Visitando el Jardín Botánico de Río de Janeiro

En este post te cuento mi experiencia visitando el Jardín Botánico de Río de Janeiro en Brasil.

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Hoy amaneció nublado en Rio. Decidí probar el estado de mi rodilla yendo primero a caminar alrededor de la Lagoa Rodrigo De Freitas.

Ya había ido otro día con el Free Walker Tour que se hace caminando (super recomendado) pero como llovía y lo hicimos muy rápido me quedé con ganas de volver a visitarla.

Ese día Juan José, el guía, nos contó que tenía forma de corazón y desde esa perspectiva realmente yo no lo veía. Pero cuando subí a la cima del Morro Dois Irmaos con Emilia lo pude comprobar: efectivamente parece un corazón.

Por lo que pude averiguar esta laguna se comunica con el Océano Atlántico a través del canal Jardim de Alah, que a la vez funciona como límite entre Ipanema y Leblon.

Es un lugar ideal para realizar deportes acuáticos; varios clubes cariocas como Flamengo tienen sus sedes náuticas a sus costados.

La laguna está contorneada por una ciclovía de 7,500 metros de longitud por lo que es muy común que haya gente andando en bicicleta o corriendo a su alrededor.

También hay un helipuerto y un centro gastronómico que ofrece desde comida típica nordestina hasta especialidades alemanas o japonesas. Como dije en otro post, siempre que viajo no puedo evitar comparar los lugares. Esta laguna me hace acordar al bosque de mi ciudad (obviamente que esta es mucha más grande). Sobre todo al ver lo que acá se llama pedalinhos, pequeños botes a pedal con forma de cisne. Juan José nos explicó también que hace ya más de una década cada diciembre, la laguna suma un nuevo atractivo que es un árbol de navidad flotante de 85 metros de altura, todo iluminado. Debe ser increíble!

Caminé sólo el tramo que iba camino al Jardín Botánico que fueron unos 25 minutos. Vi gente remando y me entretuve mirando las garzas que volaban de punta a punta. A cada rato me cruzaba con gente corriendo o andando en bicicleta.

En el camino fui también sacando fotos a muchos murales callejeros (en cada viaje lo hago y Rio tiene muchos) e hice una parada por una librería. Vi un cuaderno de viajes y no me pude contener. Soy fanática de los cuadernos de viajes. Para esta aventura me traje dos (bueno, 3 en realidad, pero uno lo liberé al principio así que no cuenta jeje). Este que compré no sé para qué viaje será, quizás para el próximo que no sé cuál será. Tengo en mente Machu Picchu o Barcelona.

Finalmente llegué al Jardín Botánico de Río de Janeiro, uno de los más antiguos de América del Sur y es realmente inmenso. Se originó en 1808 cuando la familia real portuguesa construyó el «Real Horto» (huerto real), un jardín para aclimatar los árboles de especias orientales, como la canela y la pimienta pero recién en 1890, el jardín fue abierto al público.

Lo primero que hice fue pedir un mapa del lugar porque sentí que lo iba a necesitar. Efectivamente lo usé mucho y aún así me perdí varias veces. O no estaba muy bien explicado o yo no sé leer los mapas (pueden ser las dos cosas tranquilamente!) Igualmente no me importó, caminé sin rumbo, y fui descubriendo muchas plantas desconocidas. Mientras paseaba pensaba en mi mamá y en algunas amigas que tengo amantes de las plantas en general y de los cactus. Les hubiera encantado estar acá. Por primera vez en el viaje vi que había wifi en un lugar que estaba visitando entonces se me ocurrió mandarles en vivo algunas fotos para compartirles. Me respondieron al instante, muy contentas.

En el jardín caminé por la mata atlántica (uno de los biomas más ricos en biodiversidad), visité el orquidario, una colección de cactus, un sector de plantas insectívoras y el jardín japonés. Se me agudizaron todos los sentidos. Miré para abajo pero también para arriba. Olí algunas plantas, toqué otras; algunas era rugosas como una lengua de gato y otras suaves como la piel de un bebé. En el jardín se exhibe una de las mayores colecciones de plantas del mundo, con más de 40 mil plantas de 6725 especies diferentes representativas de la flora nativa y exótica.
Una vez adentro me sentí como Alicia en el país de las maravillas, un universo verde por donde se lo mire. Río, la ciudad de cemento, desapareció. Como en el Central Park cuando sentís que desaparece Nueva York y parece que estás en otro lugar. Es que el jardín posee 137 hectáreas, siendo 83 hectáreas de preservación de Mata Atlántica y 54 hectáreas de zonas cultivadas.

El Jardín Botánico de Río de Janeiro es por supuesto un lugar ideal para los amantes de la flora y también para los fotógrafos. Es ideal para jugar con las texturas de las hojas, con las luces y sombras que se forman a su alrededor. A su vez hay monumentos históricos y fuentes que le dan un toque cineasta. El tiempo para permanecer allí es el que vos quieras dedicarle pero sugiero que mínimo te quedes dos horas. Tranquilamente podes estar toda una tarde perdiéndote entre sus laberintos. Yo estuve dos horas y media y me hubiera quedado mucho más pero mi rodilla empezó a molestarme otra vez así que decidí emprender la vuelta.

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