Hace poco les conté cómo el universo a veces conspira a nuestro favor y nos ayuda a lograr nuestros objetivos. Si me hubieran contado la historia de una chica que tenía tantas pero tantas ganas de viajar a Barcelona que le cayó casi milagrosamente un pasaje gratis no me lo hubiera creído. Hoy les comparto el inicio del viaje a Europa que comenzó con una escala de Viaje a Montevideo.
Hubiera dicho, dale vamos ¿Cuál es el truco, el engaño? Demasiado bueno para ser verdad. Pero me pasó a mí y entonces no hubo excusas, volví a creer que si uno desea mucho algo, le pone esfuerzo, aprende a direccionar bien la energía y a ser consecuente con las acciones y no pierde el enfoque las cosas suceden de alguna u otra manera.
La Previa: Viaje a Montevideo
Amanezco a las 6 am de un domingo de junio. Bueno, amanecer es una forma de decir porque de los nervios casi que no dormí nada. Aún es de noche pero hay nubes espesas. Tengo que ir a Buquebus con destino Colonia. De allí tomaré un bus para Montevideo para reencontrarme con mi amiga uruguaya Emilia a quien conocí el año pasado mientras viajaba sola por Brasil. Todavía me parece increíble que mañana saldremos juntas para Madrid. Si no me hubiera animado a viajar sola por Brasil jamás la hubiera conocido.
Es la primera vez que viajo con un celular inteligente así que aprovecho para sacar algunas fotos. En el hall de Buquebus hay lámparas de papel amarillas y violetas. Como todavía es de noche, iluminan el lugar. La gente está muy abrigada, yo también y me regocijo de sólo pensar que pronto voy a volver a estar en verano. No es que odie el invierno, para nada. Pero en La Plata está haciendo mucho frío y está bueno disfrutar de unos días soleados.
Es tan temprano que mientras espero la llegada del barco Silvia Ana veo que muchos duermen acostados en los bancos de madera de la sala de embarque. Otros lo hacen sentados, de brazos cruzados. Veo que de a poco amanece sobre el Río de La Plata, leves rayos de sol se cuelan entre las nubes. Un grupo de adolescentes chilenos cantan “Chile campeón”. Esta noche se juega la final de la Copa América contra Argentina. Muchos argentinos los miran con bronca. Luego sabremos y, mal que nos pese, que iban a tener razón. Perderíamos por penales. Intuyo que son egresados ya que todos llevan puesto el mismo buzo. También cantan “Aguante el porro legal”, “Uruguay es un país amigo”. Se sacan muchas selfies en los asientos con la ventana y la vista al río. Ir a Uruguay siempre me pone contenta, pienso mientras me acomodo en el asiento del barco.
Miro el paisaje durante todo el viaje y a las 10:30 llego a Colonia. El viento al lado del río aumenta y yo siento que me estoy haciendo un lifting facial natural. En la misma terminal me subo al colectivo que me llevará a Montevideo. Se me sientan cuatro sordos al lado. Me quedo pensando en esas causalidades de la vida; hace años estudié lengua de señas. Fue una gran experiencia. Me doy cuenta que no son argentinos ya que muchas señas son distintas. La lengua de señas no es universal como a veces se cree. No les entiendo demasiado pero están felices, se ríen mucho. En el micro suena la murga uruguaya “Agarrate Catalina”. Sonrío. Me gusta esta murga. Ya me siento en modo viajera. Luego de tres horas llego a Montevideo. ¡Cómo me gusta esta ciudad!
Si la capital uruguaya es tranquila de por sí, imagínense un domingo al mediodía. De invierno. Las calles están desiertas, de autos, de gente. El micro igual avanza despacio, sin apuro. En Montevideo se vive un ritmo más lento. No parece una capital. No hay caos de tránsito ni suenan bocinazos seguidos, solamente a modo de saludo entre los colectiveros. Montevideo me desacelera. Es como si tuviera una tecla en el cuerpo que se activa y pasa a modo relax.
A Montevideo le tengo un gran cariño. Quizás sea por esa tranquilidad cotidiana con la que se vive, por su costanera para pasear al aire libre, por su candombe y llamadas, por sus librerías, por sus sabores o por la amabilidad de sus habitantes. Lo cierto es que lo más lindo de un viaje, como siempre, es la compañía. Por eso también aprovecho la escala a Montevideo antes de ir a Madrid para visitar a unos amigos charrúas que conocí a través de Couchsurfing y que hace tiempo no veo.
Ale me pasa a buscar por Tres Cruces y vamos a la casa de Osvaldo y Julieta. Como es domingo decidimos hacer un encuentro desde el mediodía. «A modo lluvia», me habían dicho mis amigos uruguayos en un mensaje. ¿Qué cosa? –respondí sorprendida. Luego entendí que era un almuerzo a la canasta como le decimos en Argentina. Es decir, cada invitado lleva algo para comer y beber y todo se comparte.
Me sigue sorprendiendo la variedad de palabras y usos que tiene el lenguaje y cómo estando tan cerca Argentina de Uruguay hay palabras y frases muy distintas para llamar a las cosas. Pienso que me espera un viaje de un mes con una amiga uruguaya y sonrío porque voy a aprender muchos modismos charrúas! (Y sé también que se me van a pegar, tá?!).
En ese momento escucho que alguien dice la frase: “Más difícil que silbar y comer gofio”. Entonces me doy cuenta que no sé qué es el gofio y no entiendo el significado. Estamos reunidos en una casa Ale, Osvaldo, Julieta (y su hermosa bebé Paulita) Rossana, Nacho y sus hijos, Daro, y los españoles Borjius y August que están hace varios años viviendo en Uruguay. Entonces los españoles me explican que es como una harina tostada proveniente de las Islas Canarias. De repente Osvaldo saca de un cajón una bolsa con gofio y me hace probar. Como una cucharada y automáticamente se me empasta la boca. Es verdad: es imposible silbar y comer gofio.
También aprovechamos y festejamos el cumple de August. Me regala un alfajor de dulce de leche para comerlo cuando esté en su país. Jugamos al Veo Veo con los niños. Luego me voy en colectivo con Daro para el barrio de lo de Gaby, la amiga de Emilia, que nos va a hospedar. Es una persona muy amorosa, desde el primer momento me hace sentir como en casa. Cuando subo al colectivo recuerdo que acá, en Montevideo, hay un conductor y una persona destinada a cobrar el boleto. Pienso en la tarjeta electrónica Sube de mi ciudad, en las máquinas que reemplazan a las personas y de nuevo el pensamiento: tan cercanos y tan distintos a la vez.
Se hace la noche y con Maria Emilia terminamos de definir los últimos preparativos del viaje. Un viaje organizado en muy poco tiempo y a la distancia. Pero ya estamos listas. Comemos pizza, fatay y miramos la final de la Copa. Las uruguayas hinchan conmigo por Argentina. Perdemos. Al otro día temprano preparamos el mate y nos vamos las tres al Aeropuerto de Carrasco. Gaby nos despide emocionada.
Con Maria Emilia estamos más que felices. La aventura hacia Europa está por empezar. Miramos nuestros pasajes de avión para buscar los asientos y encontramos que las letras que nos tocan son L y J.
¿LJ? Los juimos!!!! Gritamos a la vez.
Bonus Track: Tips Viajeros
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1 Comment
Estrella Mariel Oyhamburu
Parece que pasó hace tanto tiempo! me gusta leerte, me entero de tu vida, de lo que pensàs y sentís. Estoy muy orgullosa de vos :-)
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