Llegar a Jericoacoara resulta tan difícil como pronunciar su nombre. Pareciera que la naturaleza conservara a propósito un lugar tan escondido en el litoral oeste del estado de Ceará, en Brasil.
Jericoacoara: aventura entre dunas
Los que disfrutan del deporte aventura quedarán encantados con la travesía hasta el pueblo porque hay que atravesar enormes dunas y paisajes agrestes. Al llegar, la recompensa será brutal.
La escena a contemplar incluirá algo así: un antiguo y pequeño pueblo de pescadores con calles de arena sin autos, atardeceres que se esconden en el mar, dunas móviles gigantescas, hamacas paraguayas colgadas sobre lagunas de agua cristalina, manglares, peces de colores y barcitos sobre la playa con música en vivo. Un lugar donde el sol quema fuerte, donde el viento refrescante no da tregua y donde andar descalzo es una premisa.
Jeri, como cariñosamente lo llaman los locales, ha logrado mantener su postal natural y su aislamiento gracias a que se encuentra en plena reserva natural, dentro del Parque Nacional Jericoacoara, creado en 2002 para proteger los ecosistemas costeros. Es por esta razón que alcanzar el paraíso nordestino requiere cierta determinación y paciencia. Los 300 kilómetros que lo separan de Fortaleza pueden ser recorridos en vehículos 4×4 durante cuatro horas o en la opción más utilizada y económica: autobuses. Son seis horas hasta el pueblo de Jijoca y desde allí una hora más corcoveando por caminos de arena a bordo de vehículos adaptados (llamados jardineiras) que devoran la resistencia de las dunas hasta llegar al pueblo. Pero valdrá la pena cada minuto del viaje, independientemente del transporte elegido.
A medida que se avanza dentro del área protegida de casi 6.300 hectáreas, aparece un paisaje cada vez más solitario. Los médanos blancos contrastan con el cielo límpido formando un camino de lo más exótico, en playas pocas veces vistas. No es casual que el diario estadounidense The Washington Post incluyera a Jericoacoara en un listado de las 10 mejores playas del mundo.
Hoy el lugar se ha transformado en el destino elegido por muchas parejas que deciden pasar sus lunas de miel, por viajeros solitarios que deciden quedarse por más tiempo de lo que habían previsto inicialmente, y a veces hasta se quedan a vivir.
Estas hermosas playas fueron descubiertas a fines de la década del ´70, donde se instalaron algunas comunidades hippies que aún habitan esta zona poco poblada. Hasta hace unos 20 años Jericoacoara seguía siendo un pequeño pueblo de pescadores aislado de la ciudad, sin electricidad, sin teléfonos ni periódicos. Hoy en día, la mayoría de las casas y alojamientos tienen luz eléctrica pero aún no hay luz en las calles. Pero esa ausencia de contaminación lumínica de las ciudades juega a su favor. Por la noche, el cielo de Jeri brilla intensamente, y son las estrellas y la luz de la luna las únicas encargadas de iluminar el ambiente.
Unos minutos bastan para recorrer sus pocas calles de arena blanca, sino fuera por los negocios, puestos de feria artesanal y restaurantes que atraen la curiosidad de los visitantes. En los últimos años el turismo se ha convertido en la principal actividad de Jericoacoara por lo que los viajeros encontrarán varios de los servicios que están buscando para unas vacaciones de relax: desde masajes, restaurantes con comida típica e internacional, tiendas de souvenirs, hasta bares y algunos sitios para bailar. Sin embargo, Jericoacoara intenta conservar ese estilo despreocupado y tranquilo sin tránsito, sin bancos ni horarios, con poco cemento a la vista, con palmeras y velas aromáticas, pájaros que cantan y música brasilera en vivo; ideal para los que buscan descansar en un lugar donde la mano del hombre no ha hecho grandes cambios en la postal natural.
Qué hacer en Jericoacoara
Una vez en Jeri, la gente se traslada a pie entre las calles de arena o también alquilan caballos en el mismo pueblo. Otra de las opciones es hacer largos paseos a pie con el acompañamiento de un guía especializado o alquilar los buggys, unos vehículos especiales para andar por las dunas, para recorrer las playas y otras atracciones a sus alrededores.
- Atardecer en la Duna do Pôr do Sol: todos los días a las 16.30 empieza la procesión para la duna de 28 metros para contemplar la puesta de sol en la playa principal. La cita congrega a mucha gente, con aplausos incluidos. Basta presenciar al menos una puesta de sol en Jericoacoara para comprobar que es uno de los lugares favoritos para vivir los grandes atardeceres, esos tan simples y a la vez tan poderosos; conmovedores. Es que Jericoacoara tiene una localización geográfica privilegiada, porque está en el extremo norte del estado de Ceará, teniendo mar tanto al este como al oeste. Por esa razón es uno de los pocos lugares de Brasil donde es posible ver el amanecer y la puesta del sol, en el mar. Luego de la puesta de sol hay exhibiciones gratuitas de capoeira y música brasilera en la playa.
- Caminata a Pedra Furada: esta formación rocosa y la postal por excelencia de Jericoacoara también está escondida. Para ver este arco natural de casi 5 metros de altura es preciso aprovechar la marea baja. Todo los días a las 16:15 la gente se encuentra en Doña Amelia, un restaurante de la calle principal, para comenzar juntos la caminata ecológica hasta Pedra Furada de aproximadamente una hora de duración. El paisaje de piedras y acantilados que bordea el mar, hacen que valga la pena recorrer este sendero. Lo ideal es viajar entre junio y agosto que es cuando el sol se encaja perfectamente en la piedra durante el atardecer.
- Paseos en buggy: otra de las actividades que ofrece Jeri son los paseos en buggy (vehículos 4 x 4) que atraviesan las dunas en excursiones de todo el día. Una opción es visitar las lagunas Azul y Paraíso, de agua cristalina, con redes armadas dentro del agua para descansar y restaurantes para almorzar deliciosos platos típicos como moqueca de camarao o peixada. Las lagunas son también excelentes para el baño, paseos de kayak y zambullidas con snorkel. Te recomiendo que reserves con anticipación un tour por el litoral este de Jericoacoara.
- Otro paseo es recorrer el litoral oeste de Jericoacoara. En este trayecto se atraviesan ríos en balsa, se observan caballitos de mar en manglares y enormes formaciones de arena hasta llegar a lo de Doña Delmira, quien contará la historia de la antigua villa de Tatajuba que fue cubierta por las dunas que se desplazan por la acción del viento en la década del 80. El paseo sigue sobre las dunas hasta la Duna do Funil con 30 metros de altura y adrenalina asegurada y terminará en la Lagoa da Torta en un barcito rústico para tomar deliciosos tragos a orillas del mar.
- Actividades acuáticas: gracias a sus particulares vientos Jericoacoara es un lugar muy buscado para hacer windsurf y kitesurf. Sobre la playa hay varios puestos de alquiler de equipos e instructores para quienes se animen a practicar estos deportes. Otro deporte acuático que se puede aprender es el SUP (Stand Up & Paddle). En esta nueva modalidad la persona está de pie sobre una tabla y se desplaza con la ayuda de un remo. El agua de mar es siempre cálida y sus colores varían desde verde esmeralda al azul. Por último, en la villa también se puede contratar un paseo en kayak para explorar los manglares de Mangue Seco, un pequeño poblado de doscientas familias ubicado a 5km de Jericoacoara.
*Artículo publicado en el Suplemento De Viaje que edita la agencia DIB
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