En este post les cuento un recorrido por las playas del norte de Nueva Zelanda: Langs Beach, Matapouri Beach, Rainbow Falls, Wangharei Falls, Kerikeri y Cape Reinga.
Recorriendo las playas del Norte de Nueva Zelanda
Hace un año atrás, allá por enero del 2010, con Jose decidimos recorrer el norte de Nueva Zelanda en uno de nuestros fines de semana libres. Rodrigo, nuestro amigo de Quilmes, se sumó al viajecito lo que nos vino de maravillas ya que además de su agradable compañía se convirtió en el conductor asignado (Manejar del lado izquierdo y por rutas desconocidas, al principio, no es tarea fácil).
La noche anterior dormimos en el departamento de Ro que quedaba en la ciudad y a dos cuadras del Rent Car para salir bien tempranito. Cenamos los fideos de siempre, los “Zafarelli,” que creo que el nombre lo dice todo. Y acompañados de unas frías cervezas Tui (las más económicas) y de música bizarra planeamos el itinerario del otro día.
-Seguí por la 25 que ahora que se transforma en la 48, doblá la rotonda y de ahí cuatro kilómetros hasta Tutukaka. Pero la puta madre qué nombres más complicados: Kaiwara, Kawakawa, Ngunguru. No, Rooo, estás en el otro carril!!-grité fuerte.
Como este diálogo hubo muchos, sumado al detalle que cada dos segundos había que mirar el mapa de nuevo porque se nos olvidaban los nombres muy rápido. Aunque la policía nos paró dos veces por algunas infracciones, nada pasó a mayores. Acá (o sea, allá en NZ)“Don billetín” no existe pero parece que el chamuyo argentino funciona. De los paisajes recorridos en el camino no voy a comentar mucho; dicen que una imagen vale más que mil palabras. (Sí, frase muy pero muy trillada, ¿y qué?) Rescato los que más nos gustaron:
Playas del norte de Nueva Zelanda: Langs Beach
Playas del norte de Nueva Zelanda: Matapouri Beach
Rainbow Falls
Wangharei Falls
Después de pasar por Whangarei que es la ciudad más importante del norte de Nueva Zelanda, llegamos a un pequeño pueblo rural llamado Kerikeri que se dedica enteramente a la recolección de cítricos y kiwis. Ahí nos reencontramos con los argentinos del avión que habían conseguido trabajo y nos hospedamos con ellos en KeriCentral, un hostel cuyos dueños eran una pareja de neocelandeses de alrededor de 20 años. Collin, así se llamaba el chico, usaba casi siempre una visera de costado. Alto y con varias adicciones conservaba intacto el alma de un niño (travieso). Me acuerdo cómo se reía cuando engañaba a la gente con una pistola de juguete que daba electricidad.
Luego de la cena de noodles (figurita repetida) y tras una cerveza que me habían prometido fuimos a un bar donde hacían una fiesta latina. Mucho “Asereje” y Macarena” (y todas esas canciones de carnaval de las fiestas de 15 que si te la pasan en La Plata es porque en breve muere la noche). Pero a la distancia todo es diferente. Entre tanta música en inglés daba placer bailar ese ritmo con los compatriotas, que se yo…esas cosas que no se explican mucho, un no se qué (diría Panigassi) que te acerca a tu país.
¡Párrafo aparte para Cape Reinga!
Aún nos quedaban un par de lugares más por conocer en el norte antes de emprender el regreso a Auckland. Con algunos argentinos y chilenos que también se sumaron pasamos por las playas que continuaban la línea de nombres maoríes graciosos. Paramos en la Península de Karikari donde la arena era blanca y tamizada como la harina (para mi gusto la mejor playa del país kiwi). Allá jugamos un partido mixto en el que mi equipo lamentablemente perdió.
Luego, fuimos al punto más al norte de la Isla Norte de Nueva Zelanda: Cape Reinga (a unos 450 km de Auckland). Para los maoríes, este lugar tiene un valor especial ya que la leyenda cuenta que desde allí parten los espíritus de los muertos hacia Hawaiki, donde llegaron los primeros maoríes a Nueva Zelanda.
A medida que íbamos subiendo, el rugir de las olas y el sonido del viento eran cada vez más intensos. Desde la altura se puede apreciar el encuentro turbulento entre las aguas del Mar de Tasmania y las del océano Pacífico. La vista del atardecer y el vibrar del agua al chocar las dos corrientes erizaba la piel. Una leve lluvia nos mojó pero al instante un arcoiris apareció detrás del faro y las gotas pasaron a segundo plano. Mientras disfrutaba de unos ricos mates y una excelente compañía, el sol brillante en poco tiempo desapareció en el azul profundo para aparecer al instante, renovado, del otro lado del charco. Amanecía allá lejos, en mi país. Cerré los ojos, sentí el viento fresco en la cara y a mis seres queridos cerca, muy cerca.
Meses después, cuando en una mañana primaveral alguien me dijo para un feo momento «Pensá en tu lugar feliz», Cape Reinga apareció en mi mente.
Bar de Hielo: Minus 5
Nuestra tercera semana terminó con la despedida de Rodrigo que se volvió al norte con los argentinos y chilenos donde había más probabilidades de conseguir trabajo. Pero antes hicimos otro «Must do it»: El bar de hielo. Sí, ese que fue Marley. En el «Minus 5» todo es de hielo: los vasos, la barra, las esculturas y el sillón.
La joda loca, tragos riquísimos y regalados, la música a todo volumen y una cantidad de gente terrible (era lo que pensábamos, pero no, nada de eso). Sólo una entrada de 30 kiwis (eso dolió), música electrónica, un trago asqueroso y nosotros tres con el barman (que por suerte no era de hielo!). Un frío intenso, tanto que no se soportaba aún con el traje térmico y por eso decidimos irnos de recorrida por otros bares.
Eso sí, lo bueno es que ahí nunca iba a faltar el hielo para el fernet.
Bonus Track: Tips Viajeros
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3 Comments
Violeta
La verdad que viendo todas las fotos y viendo el relato tmabien me dan unas ganas de viajar!!!
Estoy viendo si cuando finaliza el alquiler del departamento en Buenos Aires en donde vivo actualmente si me tomo un tiempo para hacer turismo antes de instalarme en otro lugar…
alguna recomendacion para empezar a planificar el viaje?
Anonymous
Muy bueno Gil, como siempre, en especial la parte de Skydiving. Me compenetré con la situación y compartiendo tus sensaciones. Besos!!!
Gallay