Hacía tiempo que no hacía algo por primera vez

Hacía tiempo que no hacía algo por primera vez. Habitar esa incertidumbre que genera entrar en un terreno desconocido cuando nos visita el miedo, las inseguridades, las miradas ajenas y las viejas frustraciones.

Porque lo confieso. Yo tenía una creencia limitante muy clavada a flor de piel. Desde chica pensaba que no servía para la música.

Hacía tiempo que no hacía algo por primera vez

En mi infancia tuve problemas en el oído que me hicieron tener algunas dificultades de audición. Escuchaba los dibujos animados muy fuerte y tarareaba muy mal las canciones, aunque fuera el arroz con leche. Me operaron de amígdalas, adenoides y me pusieron diábolos. Lo único que me acuerdo de ese verano es que no me podía meter a la pileta. El año pasado incluso me hicieron una  timpanoplastia ya que se me rompió el tímpano y me había causado una leve hipoacusia en el oído izquierdo. Estudié 3 años LSA (lengua de señas argentina) como si internamente sintiera que en algún momento lo podría llegar a necesitar para comunicarme. En ese contexto crecí y jamás pensé en la posibilidad de tocar un instrumento. Nunca se me ocurrió.

Pero el viaje a Guinea que fue transformador en muchos aspectos habilitó espacios que estaban cerrados. Un día en la aldea de Sangbalará se nos ocurrió proponerle a Nansady, el jefe de la comunidad, que nos diera una clase. Nos habían dicho que era un músico excelente y que tenía mucha pedagogía. Bajo el calor sofocante del sol africano, y a la sombra del gomero, tomamos la clase y descubrí que a mis manos les había encantado tocar el djembé, un instrumento de percusión.

djembé
maestro nandsady
percusión africana

Regresamos del viaje y con mis compañeras seguíamos tan manijas que empezamos a tomar clases con @manu_choda. Gran músico, profesor y sobre todo paciente. Fueron 7 meses donde todos los martes, después de la clase de danza, íbamos todas transpiradas y cansadas pero íbamos. El club de la cremona deberíamos llamarnos si tuviéramos un ensamble porque se nos hizo costumbre pasar entre clase y clase por una panadería. Ese espacio fue de mucho aprendizaje, desafíos, y a la vez de diversión y contención grupal ya que nos conocíamos tanto que era un espacio muy amoroso. Te podías equivocar y no pasaba nada.

Si bien era salir de la zona de confort, lo hacíamos en un ambiente muy cuidado y así llegó el día que le dijimos que sí a Manu a tocar en una muestra, con público. Nos tiramos a la pileta, un poco inconscientes y con la manija que nos caracteriza. Cuando llegó esa noche tenía nervios, era la primera vez que tocábamos con público. No era lo mismo que las muestras de danza ya que el cuerpo había pasado varias veces por esa experiencia. Esto era diferente. Giraba en el aire esa sensación de primera vez, de experimentación y hasta de cierta inocencia. Era un desafío pero uno de los lindos, esos que te encienden por dentro. En el primer ritmo me bloquée unos segundos, me distraje con la gente, quizás y tardé en arrancar. Lo miré a Manu y en su mirada cómplice me dio aliento y es como que puse play, arranqué y no paré. Y lo disfruté. Mucho.

Hacía tiempo que no hacía algo por primera vez

Si bien al principio estábamos todas tensas y concentradas, de a poco nos fuimos soltando, moviéndonos, disfrutándolo, mirándonos entre nosotras con complicidad. Incluso pude mirar al público y ver a las chicas que estaban alrededor y que empezaban a bailar al ritmo de los tambores alrededor del fuego. Esta vez estábamos del otro lado. Atentas a las llamadas y a hacer los cortes y no a los pasos de la danza. Esa unión tan necesaria y complementaria a la vez. Tenía una sensación de disfrute, de cierre de ciclo, de no poder creer lo que estaba pasando.

muestra djembe

Cuando llegué a mi casa y entré a ducharme para sacarme el olor a humo que se me había impregnado en el pelo, me largué a llorar. Sentí orgullo por el proceso de aprendizaje, por salir de mi zona de confort, por animarme a hacerlo a pesar del miedo y encima haberlo disfrutado. Reviví el viaje a Guinea. Me cayeron unas cuantas fichas más. Me trasladé a Sangbalará, al olor a tierra seca, me vinieron a la mente los ojos saltones y brillantes de Damon, pensé en él, en cómo estaría aquel niño de sonrisa Colgate y mocos pegados. Sentí cómo el viaje y sus huellas seguían vibrando en mi cuerpo de tambor.

en Guinea


PD: Animate a hacer algo por primera vez. No digas como siempre «esto puede esperar». Y hacelo con miedo. A pesar del miedo. Rodeada de gente que te potencie.

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