En este post te comparto mi experiencia de estudiar inglés en Auckland, ciudad moderna, próspera y cosmopólita de Nueva Zelanda.
Estudiar inglés en Auckland
Como el lunes 4 fue Public Holiday por año nuevo, empezamos las clases el martes. Nos levantamos muy temprano para estar a las 8 en el colegio. El hall de entrada estaba lleno de jóvenes de distintas nacionalidades que charlaban y en el piso había muchas valijas y bolsos desparramados. Con Jose llegamos dormidas y no entendíamos ni que teníamos que hacer. Le preguntamos a una chica que nos contestó en español. Cuando dijo 4 veces “tipo” en su respuesta supimos que era porteña.
Tuvimos que hacer una larga cola y esperar a que una chica morocha de ojos achinados que podía ser china, japonesa o coreana (su identificación decía Ting ting con lo cual no ayudaba a resolver mi duda, sino a divertirme con su apellido de campana) llenara unos papeles de inscripción. Luego vino la prueba oral de inglés. A Jose y a mí nos tomaron distintos profesores pero fueron algunas preguntas básicas: contáme tu nombre, edad, de dónde venís, por cuánto tiempo, por qué querés aprender inglés, como está formada tu familia, que hacés en tu tiempo libre y que querés para tu futuro. Superada esta prueba, ambas habíamos hecho un examen on line en Argentina pero por alguna razón el mío no tenía los resultados así que lo tuve que hacer en el momento de nuevo.
Luego del examen, para nuestra sorpresa porque creíamos tener el mismo nivel, quedamos en cursos separados. Ese no era el problema, sino que cuando comparamos nuestras clases, teníamos horarios completamente diferentes. Los días que entraba a la mañana, ella salía y así al revés. Es decir que además de no vivir juntar, ni cursar juntas, no nos íbamos a ver en nuestros tiempos libres por lo que recorrer NZ cada una por su lado no nos hacía mucha gracia.
Sabíamos que la posibilidad de cambiar de nivel era muy difícil. Pensamos y pensamos que podíamos hacer para que por lo menos tuviéramos los mismos horarios. Con que a mí me subieran un nivel ya nos ubicaban en la misma agenda. Porque si a Jose la bajaban (la tenían que bajar dos porque no había cupo para un nivel intermedio) no iba a ser productivo para ella.
A Jose en el medio del bajón se le ocurrió una idea. Era difícil pero perdido por perdido lo intentamos. Por primera vez en su vida, hizo uso de su enfermedad. Hablamos con un profesor y le dijimos unas mentiritas piadosas: que ella era diabética (verdad) y que no queríamos estar juntas en el curso (verdad), sino que necesitábamos tener los mismo horarios porque ella necesitaba estar siempre acompañada porque si le pasaba algo (hiper o hipoglucemia) yo era la única que sabía cómo hacer para que vuelva a los valores normales (mentira!). Al profesor se le sumó la coordinadora de profesores y ambos, estrictos, se negaban a cambiarnos. Decían que no podían subirme de nivel porque yo no iba a entender (me sentí un poco subestimada, podía esforzarme che!)
En ese momento a Jose cual Andrea del Boca le empezaron a caer lágrimas en la cara (pero no de cocodrilo). Les traté de explicar (ahora al director!!) que era por una cuestión de salud y que ambas teníamos el mismo nivel, que quizás me había puesto nerviosa por el examen inesperado y que eso había influido en mis respuestas. Finalmente no sé si fue gracias a las actuaciones o por qué que nos decidieron tomar a las dos el examen de nuevo. Ahora si que sentía mucha presión! Si volvía a hacerlo mal, no había enfermedad que valiera.
Finalmente después de la segunda oportunidad, a Jose la dejaron en el mismo nivel y a mi me subieron uno. Ese día estuvo cargado de emociones intensas. A Jose por el stress le agarró una hipoglucemia y por suerte estaba conmigo para reponerse (vieron que teníamos razón?! Jaja) No, se tomó un jugo de naranja y por suerte se le pasó.
Y así terminó mi primera semana en Auckland, donde empecé a conocer el corazón de esta gran ciudad de origen volcánico que está rodeada de veleros que pueblan las aguas, hermosas playas y bahías y los más coloridos parques. Tres palabras la describen: moderna, próspera y cosmopólita…
***
Después de tantas vueltas empecé el curso de inglés en EF, a estudiar inglés en Auckland. La primera semana de clases tuve una profesora regordeta y muy simpática que me hacía acordar a la típica maestra ciruela. Luego la cambiaron (desconozco la misteriosa razón) y nos pusieron a un profesor llamado Phil. Él era pelado, de unos 37 años y decía ser mitad inglés y mitad neocelandés. Tenía una gran boca con dientes brillantes que mostraba siempre que sonreía con sus bromas habituales. Su muletilla era decir “Pretty sweet assss” y subir las cejas bien alto cuando explicaba alguna regla gramática o enseñaba vocabulario nuevo.
Del resto de mi clase diré que metafóricamente hablando era como un zoológico con compañeros de distintas “especies”. Los latinoamericanos (argentinos, chilenos, colombianos) éramos mayoría. También había asiáticos, fundamentalmente chinos, japoneses y coreanos. Los europeos eran los menos: un chico alemán fanático del tenis, una dinamarquesa que tenía el look de Melissa Joan Hart en la serie Clarissa, un francés rubio que hablaba bien español y más tarde llegó una chica de Varese, Italia.
La mayoría tenía entre 16 y 20 años, era la mayor hasta que llegó la italiana. Excepto por la dinamarquesa Malou y un par de chilenos y argentinos que eran bastantes maduros, me sentía como sapo de otro pozo. Nunca tuve complejo de edad, me encantan mis 22 pero me di cuenta que esa fue una de las razones por las cuales preferí juntarme con gente extracolegio. Para hacerles más gráfica la situación diré que mis compañeros estaban viviendo su primera experiencia de independencia de sus padres y poco les importaba el curso. Aprovechaban que tenían plata y estaban solos a miles de kilómetros de sus familias y vivían de joda en joda, destilaban alcohol todos los días y se la pasaban chusmeando los amoríos de la gente. Además estaban con las hormonas a full, se tocaban, se tentaban si decían puteadas, imagínense cuando aprendían las puteadas en todos los nuevos idiomas!! En fin, ya sé… acabo de sonar como una vieja chota, ¿seré una futura Dorita en potencia? Basta hablar de la diferencia de edad que me deprime, ya volveré con esto más adelante.
Los días que salíamos temprano del instituto, nos íbamos junto a nuestro querido mate argentino a disfrutar de las tardes soleadas neozelandesas. A veces se sumaban a charlar Rodrigo y el chileno Luis. El Albert Park era uno de los destinos más elegidos por su cercanía al centro y Browns Bay, que está ubicada en el norte de Auckland a 30 minutos de nuestras casas, fue otra de las playas que conocimos gracias a esas tardes libres.
Bonus Track: Tips Viajeros
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2 Comments
PILI
Muy bueno gil.esperamos la continuacion…
tqm
Cotii
Amiga amo tu manera de escribir!.. vas a triunfarrrr lo seeee! ajaja te quieroo gillll! besoteees
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