Luego de los días sanadores en Jericoacoara y de un reencuentro en Fortaleza con amigos del camino el tercer destino durante mi viaje sola a Brasil fue Natal.
Días de Natal
Fueron diez horas largas de colectivo desde Fortaleza, aunque considerando las distancias del país no eran tantas. Llegué cansada a la Ciudad del Sol, como la llaman, pero con el ánimo más tranquilo, con ganas de disfrutar del viaje y conocer los lugares a través de su gente.
No es casual que ahora, a la distancia, y con un tiempo considerable de regreso, al escribir este post sobre Natal lo primero que se me viene a la mente no son ni sus playas ni sus monumentos históricos, ni su sol envidiable ni sus comidas típicas. Cuando me preguntan por Natal lo primero que pienso es en su gente: en los locales que conocí y en los viajeros que crucé en el camino.
El primer día fui a caminar por el barrio donde me hospedaba y terminé haciendo día de playa en Ponta Negra. En esta playa se concentra la mayor parte de la actividad turística de la ciudad. Tiene 4 km de extensión y en su extremo sur está ubicado el Morro do Careca, otro de los atractivos del lugar (al momento que fui la subida estaba clausurada).
Ponta Negra no deja de ser una playa urbana con todo lo que eso conlleva, un conglomerado de gente, vendedores ambulantes amables pero insistentes y restos de basura desparramados por la playa. A sus alrededores, en el Km. 2 de la Avenida Erivan França se concentran los bares y restaurantes de la zona.
En Natal conocí a Davi, un estudiante de geografía de la Universidade Federal do Rio Grande do Norte y amante de la historia y de los idiomas. Junto a él y sus amigos franceses que estaban de intercambio en una universidad estudiando arquitectura fuimos a un Luau. Ahí aprendí lo que significaba esta palabra que luego se repetiría en varios de los destinos durante mi viaje de Brasil. En realidad el término proviene de Hawaii y es el nombre dado a una fiesta típica de ese país tropical. Estas fiestas son hechas en la playa o también en lagos; son consideradas como encuentros al aire libre, a la luz de la luna y las estrellas, a la orilla del mar. En Brasil, se estila mucho hacer este tipo de fiestas al aire libre, con instrumentos musicales, y fogones. La gente va cayendo con sus bebidas e instrumentos y se baila hasta el amanecer. Muchas veces, como el calor es insoportable, los jóvenes se zambullen en el mar.
Otro de los días realicé una excursión hacia las Dunas de Genipabú en buggy, un transporte preparado para andar sobre la arena. Las dunas quedan a 20 km al norte de Natal y la excursión vale la pena. Durante el recorrido te podés tirar en tirolesa y atravesar la laguna de Jacumá o hacer skibunda sobre las dunas móviles. Si querés diversión tenés que decirle al bugguero que querés el viaje con emoción!
Otro de los días me contacté con Daniele a través de Couchsurfing y me invitó a quedarme en su casa a dormir. Daniele se recibió hace poco de guía de turismo; de hecho la primera vez que la vi fue en su facultad y presencié una clase de turismo. Todos sus compañeros pensaron que yo era una alumna extranjera nueva y hasta el profesor se confundió y me quiso entregar un trabajo práctico. Fue una linda y divertida experiencia local.
El marido de Daniele se llamaba Julio César. “Como el emperador pero mejor”, me decía bromeando. Carioca y trabajador en una empresa de agua. Varios días a la semana tenía guardia de noche. Guardo en mi memoria esos días en la casa de la familia como unos de los mejores del viaje. Me divertí jugando con sus adorables hijas Julia (6) y Sara (3). Ellas hablaban tan rápido que me costaba entenderles el idioma pero los niños tienen esa frescura y curiosidad que bastó poco para hacernos entender en el lenguaje lúdico: hicimos caras raras, dibujamos flores y armamos barquitos de papel. Les encantaba mostrarme sus cuartos y sus juguetes preferidos.
Con Daniele visitamos las playas de la ciudad y me contó curiosidades del lugar. La “Praia Dos Artistas” se llama así porque años atrás allí se localizaban los artesanos y es la más visitada por los locales. Los que prefieren el windsurfing eligen “Praia do Forte” como la mejor opción por sus vientos revoltosos. También visitamos el “Forte Dos Reis Magos”, uno de los monumentos históricos más importantes de la ciudad.
Daniele me contó que fue hecho en 1598 para proteger el territorio de los ataques franceses, haciendo posible el desarrollo de la ciudad y aún sobrevive al paso del tiempo aunque bastante deteriorado. Por su ubicación estratégica, en una península de la “Praia do Meio”, la fortaleza ofrece una de las mejores vistas de Natal.
Daniele me contó que era la primera vez en siete años que salía a pasear sola con una amiga sin su marido e hijas y me agradeció por el tiempo compartido.
Con ella también aprendí sobre la comida local, me cocinó cuscúz. Básicamente es harina de maíz y se sirve con carne y verduras guisadas pero también se puede comer con manteca para el desayuno. Es una receta muy fácil y muy tradicional en las familias de Natal. Acá les comparto un video de cómo se hace por si les interesa.
A la noche sentados los cinco en un sillón vimos un programa de TV de bloopers y nos reímos mucho. Ellos se sorprendían de que no tengo televisión por elección. De repente una vecina tocó la puerta y vino a saludar. Sabía que había una argentina en el barrio y quiso venir a conocerme. Me hizo acordar a algunos pueblos del interior de Argentina donde la gente deja la puerta abierta y los vecinos entran casi sin pedir permiso. Nos divertimos enseñándonos palabras en portugués y en español. Recuerdo que esos días fueron de mucho aprendizaje, no sabía portugués y no me quedaba otra que practicar y qué mejor forma de aprender que hablando de cosas de la vida cotidiana con gente local. En el nordeste el sotaque (como le dicen los brasileros al acento y a la pronunciación) es distinto, es mucho más cerrado que en el sur.
Si en Jericoacoara los atardeceres y el aire de mar me ayudaron a sanar Natal fue el lugar ideal para sanar a través de la gente, con encuentros, con miradas, con abrazos y charlas. Aquí también conocí a Pablo, un santafecino que se hospedaba en el mismo hostel. Fue de los primeros argentinos que me crucé durante el viaje. También viajaba solo y estaba sanando heridas quizás fue por eso que bastaron pocas charlas para que nos entendiéramos de qué estábamos hechos al instante.
Esto es lo lindo de los viajes, descubrir lo que los lugares nos generan. Natal hizo que me abriera, que permitiera esos encuentros que enriquecen el alma, que la ensanchan y que el cuerpo y la mente y el corazón empiecen a estar un poco más en sintonía con el momento, disfrutando del aquí y del ahora.
Bonus Track: Tips Viajeros
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3 Comments
Mary
Muchas gracias por toda la info!! Además está tan bien escrita y con tanta calidez y amor que le agrega un plus a la belleza de los lugares. Dan ganas de estar allí ahora mismo! Voy a conocer Natal y Pipa y te cuento a mi regreso. Un abrazo.
Gilda Selis
Pff Brasil es realmente grande, hay tanto por conocer!
Gracias por pasar Jordi! :)
Besos
jordi (milviatges)
No me importaría conocer Natal y todo el país. Esta excrusión en buggy tiene muy buena pinta. solo he visitado Rio e Iguazú, o sea que le debo un buen viaje a Brasil.
Un abrazo!
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