Día 6: Purmamarca, Humahuaca y Tilcara

Relatos por el Noreste argentino: Purmamarca, Humahuaca y Tilcara.

Purmamarca, Humahuaca y Tilcara
En el sexto día el tiempo nos enloqueció. Arrancamos a las 7 de la mañana con mucho frío en Salta: 3°C. Admito que por lo temprano que era me quedé dormida ni bien la combi estuvo en un camino recto y cuando me desperté la confusión vino a mí. ¿Eso es nieve? ¿En Salta? Mis ojos no podían creer lo que veían, me habían advertido que el clima en el norte era cambiante pero nunca pensé que tanto. El cuarto día fue un día soleado hermoso, el quinto nos sorprendió con el zonda y el sexto con nieve!! Parecía el sur, los cerros nevados, un paisaje que muchos nos envidiarán porque según los guías hace mucho que no ocurría esta situación. El chui como dicen los salteños (frío) se sentía desde el interior del vehículo.

Purmamarca
Purmamarca fue el primer destino de este día. Natalia, la nueva guía, nos explicó que significa lugar de la tierra virgen, por su condición de zona árida y semi desierta. Es un pueblo de 2000 habitantes que se ha desarrollado turísticamente y los 30 hoteles lo demuestran.
Sin embargo, es un pueblo perdido en el tiempo, aún conserva sus raíces: las calles angostas y las casas de estilo colonial. En frente de la plaza central se ubica la Iglesia, sencilla por fuera con techos de adobe y madera de cardón. En su interior, el altar es de madera tallada y laminado en oro. En frente de la puerta, hay un algarrobo milenario testigo.
Cuenta la historia que allí Manuel Belgrano se sentaba bajo su sombra a escribir sus memorias. Rodeando la plaza se extienden a sus alrededor diversas artesanías de Jujuy. Vale decir que cuanto más al Norte se está, más barato cuestan los objetos.

Este pequeño pueblo transmite mucha energía, aunque al estar tan elevado falta oxígeno. (Lo comprobé, tuve que correr ocho cuadras y cuando paré pensé que me moría, mi corazón latía tanto como en la final con Rafaela). Lamentablemente nos llevaron a las corridas, me hubiera encantando seguir caminando por las callecitas angostas de tierra, disfrutando del aire fresco y viendo los cerros con sus variados colores. Un lugar ideal para sacar miles de fotografías.

En la Quebrada de Humahuaca se encuentra el Cerro de siete colores. Temíamos que por la nieve y la niebla que había no pudiéramos apreciar los colores. Con poco para ver porque estaba nublado, me quedé dormida de nuevo en el viaje. De repente un rayo de sol en mi cara me molestó y me despertó. La combi dobló en una curva pronunciada y frente a mis ojos se extendió el cerro con sus increíbles colores amarillo, naranja, verde, rojo, azul, marrón y violeta. Simplemente alucinante. (Podés reservar un tour por la Quebrada de Humahuaca desde acá).

Luego de sacar fotos, pasamos por Maimará (Campo de estrellas). Allí vimos el cementerio de altura, cuenta la historia que los aborígenes colocaban a los muertos sobre una montaña porque creían en la vida después de la muerte, para que estuvieran más cerca del Dios Sol. La guía, como el otro guía de Salta nos desafió a ver quién encontraba primero un caballo con Belgrano en la montaña. Definitivamente odio estos jueguitos, o tengo un problema. Todos lo vieron y para mí en vez de un caballo era un dromedario y lo que supuestamente era el poncho de Belgrano, para mí era la joroba. A esa altura (2939 mts) nos recomendaron coquear para no apunarnos.
Augusto y yo quisimos probar, nos explicaron que la coca tiene varias funciones: acelera la circulación sanguínea ya que facilita la producción de glóbulos rojos, mantiene despierto, quita el hambre, es digestivo, etc. Para coquear primero se debe sacar el cabito de la hoja para no lastimar la encía y después ir colocándose de 5 a 10 hojas detrás de los dientes. No se muerde ni se mastica, solo se traga el líquido. También se le puede poner bicarbonato de sodio o yica para que largue más rápido el jugo. Se puede tener hasta una hora aproximadamente y luego se tira el acuyico, que es el montón de hojas. Los choferes de las excursiones y los camioneros son los que más recurren a la coca como energizante, en el norte es legal su uso y su venta pero no así su cultivo por lo que se importa desde Bolivia.

Humahuaca
Finalmente y sin apunarnos llegamos a Humahuaca. Allí luego de almorzar en un restaurante de comida y música típica, un lugareño llamado Waldemar nos contó sobre la historia de los Kollas o Collas, que significa señor o inminencia. Waldemar comenzó a relatarnos anécdotas con la narración de un poema de Fortunato Ramos que decía así:
No te rías de un colla
No te rías de un colla que bajó del cerro, que dejó sus cabras, sus ovejas tiernas, sus habales yertos; no te rías de un colla, si lo ves callado, si lo ves zopenco, si lo ves dormido. No te rías de un colla, si al cruzar la calle lo ves correteando igual que una llama, igual que un guanaco, asustao el runa como asno bien chúcaro, poncho con sombrero, debajo del brazo. No sobres al colla, si un día de sol lo ves abrigado con ropa de lana, transpirando entero; ten presente, amigo, que él vino del cerro, donde hay mucho frío, donde el viento helado rajeteó sus manos y partió su callo. No te rías de un colla, si lo ves comiendo su mote cocido, su carne de avío, allá, en una plaza, sobre una vereda, o cerca del río; menos si lo ves coquiando por su Pachamama. Él bajó del cerro a vender sus cueros, a vender su lana, a comprar azúcar, a llevar su harina; y es tan precavido, que trajo su plata, y hasta su comida, y no te pide nada. No te rías de un colla que está en la frontera pa’l lao de La Quiaca o allá en las alturas del Abra del Zenta; ten presente, amigo, que él será el primero en parar las patas cuando alguien se atreva a violar la Patria. No te burles de un colla, que si vas pa’l cerro, te abrirá las puertas de su triste casa, tomarás su chicha, te dará su poncho, y junto a sus guaguas,comerás un tulpo y a cambio de nada. No te rías de un colla que busca el silencio, que en medio de lajas cultiva sus habas y allá, en las alturas, en donde no hay nada, ¡así sobrevive con su Pachamama!

Luego, explicó varias costumbres de Humahuaca como ser que las familias son muy numerosas teniedo entre 8 a 10 hijos y para elegir los nombres se basan en el calendario y le ponen los nombres de los Santos. Incluso bromeó cuando dijo que era un problema si nacía varón en el día de Santa Ana. El colla contó las virtudes del carnaval del pueblo que se realiza todos los veranos a los largo de 8 días y en su preparación intervienen numerosos elementos: comparsas (con sus trajes, banderas y cantos), máscaras de cuero de chivo, juegos, ritos y disfraces. El diablo es el muñeco que representa el carnaval y los trajes son extremadamente coloridos y muestran la influencia de otros países como Bolivia y Perú. Waldemar explicó la costumbre social y ancestral del sirviñacu. Este consiste en un periodo de prueba que se dan los novios antes de casarse. Cerca de la plaza y la Iglesia, se encuentra el Monumento a los héroes de la Independencia Nacional, erigido con motivo de homenajear al Ejercito Argentino del Norte que combatió un total de 14 batallas en Humahuaca, durante la guerra por la Independencia Nacional. En la escultura de cobre están representados de un lado los gauchos, y del otro los aborígenes que también participaron en la guerra. En el centro de la estatua está la imagen del chasqui indígena Pedro Socompa que lleva la noticia de la libertad.

En el pueblo jujeño pudimos ir a un taller de telar donde las mujeres explicaron cómo se realizan los tapices y las diferencias que hay entre los de lana de vicuña, alpaca, llama o los industriales. También tuvimos el privilegio, por lo menos lo considero así ya que me apasiona las manualidades, de ver cómo realizaban los objetos de arcilla con el torno con una velocidad asombrosa. En dos minutos o menos el joven modelaba con sus manos la arcilla y realizaba tazas, floreros y vasijas.

Tilcara
Luego de caminar con el día soleado por Humahuaca fuimos a recorrer el pueblo de Tilcara (lugar del cuero fuerte), a unos pocos kilómetros. Allí el clima nos volvió a sorprender. Un frío helado nos invadió mientras que escalábamos el Pucará, una fortaleza de los aborígenes que tenían el arte de encajar las piedras para realizar allí cercos para los animales, terrazas de cultivo de papa andina o sus viviendas.

En el camino a la ciudad de San Salvador de Jujuy viajamos con lluvia y viendo de nuevo los cerros nevados al costado de la ruta. Al llegar a destino escuchamos a los locales que estaban maravillados con la noticia del día: hacía 15 años que no nevaba en la capital jujeña.
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