Día 3: Cafayate

Crónica de viaje e información útil de la localidad salteña de Cafayate.

Cafayate
El tercer día pudimos dormir un poco más porque no teníamos excursiones programadas a la mañana. Igualmente nos levantamos temprano para conocer Cafayate en más profundidad. Un paréntesis merece la mención de los mensajes y llamados del día del amigo (incluso los que me despertaron). A la distancia los tuve presente durante todo el día deseando que algún día podamos disfrutar de estos hermosos paisajes juntos.
La plaza central de Cafayate está rodeada de árboles y bancos donde los turistas disfrutan de unos mates al sol. A pesar de ser invierno, la mañana se presentó con 26 grados de temperatura. A los alrededores de la plaza, se ubican la Iglesia (reconozco que no me gustan por mi ateísmo pero ésta era de carácter sencilla, de madera y con diseños de vitreaux poco ostentosos, lo que atrajo mi agrado); locales donde venden artesanías; una galería de arte con asombrosos tapices de Miguel Nanni (no se podía sacar fotos así que para el que le interesa le dejo la página web: http://www.nortevirtual.com/artesanos/nanni/); restaurantes caros destinados al turismo extranjero y bolichitos humildes con variadas ofertas.

Luego de un inconveniente de horario con la combi del paquete turístico y de unas horas que perdimos, partimos a la Quebrada de Cafayate o de las Conchas.
El guía nos explicó que en la Quebrada abundan las montañas con muchos colores. Esto se debe a la oxidación de los distintos minerales. El rojo, a la oxidación del hierro; el amarillo a la de azufre; el verde a la de oro. Pocas son las palabras que encuentro para describir tanta belleza, creo que en estos paisajes valen más las fotografías sacadas.



Durante este recorrido pasamos por varios lugares señalizados donde las montañas toman forma de variadas figuras. Las más conocidas son Los Castillos, El Anfiteatro y la Garganta del Diablo. En el Anfiteatro natural, retumba lo que uno grita mientras que la Garganta del Diablo es un pequeño cañón que se puede escalar pero los guías prohíben subir demasiado por seguridad. A los costados de estas atracciones turísticas, se vendían artesanías (se siguen repitiendo las vasijas de arcillas, los adornos con madera de cardón o con alpaca, los tejidos) y alimentos como salame de llama o queso de cabra.


Según el guía a lo largo de la Quebrada había figuras en las montañas. Las que expliqué recién efectivamente se correspondían con lo que se veía pero sinceramente éstas que iba relatando me parecían demasiado inventadas.
A las 21 horas después de un largo día llegamos al hotel de Salta, uno de los mejores que estuve en mi vida. Cenamos en un restaurante frente a la plaza sin poder recorrer mucho porque ya era muy tarde y al día siguiente teníamos programado un city tour por la ciudad. Al llegar a la habitación, me quedé hasta tarde escribiendo.
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