Día 1: San Miguel de Tucumán

En este post te comparto una crónica de viaje e información útil sobre San Miguel de Tucumán.

Día 1: San Miguel de Tucumán
A las 6.10 salía el avión con destino a San Miguel de Tucumán. A las 22 de la noche anterior, vinieron a cenar a mi nuevo departamento mis amigas del colegio. No iba a hacer tiempo para dormir ni siquiera un rato así que se quedaron hasta las 3 y algo que venía a buscarnos el remisse para llevarnos a Aeroparque. Durante el camino pude dormir muy poco porque mi señor padre para que el chofer no se durmiera en la madrugada le sacaba charla. Luego de hacer el check in, sin inconvenientes embarcamos y el avión salió unos minutos más tarde de lo estipulado. Siendo las 6.30 hasta que llegamos a las 8.30 a Tucumán habremos dormido solo una hora entre despegue, turbulencias, los oídos tapados y el aterrizaje.
Al llegar al aeropuerto de Tucumán, un joven de la agencia de viajes La Posada nos fue a buscar en una combi y nos llevó al hotel que estaba ubicado a dos cuadras de la Plaza Independencia, la central en la ciudad. El chico se presentó como Leo y orgullosamente salteño. Tenía los rasgos físicos típicos de su provincia: morocho de cabello y piel, ojos negros y además una gran sonrisa. Amante de Patricio Rey, el guía de 27 años demostró a lo largo de estos primeros días un gran conocimiento del norte argentino y un enorme potencial para transmitir su saber a los turistas. De él tomaré algunos datos históricos o estadísticos para realizar ésta bitácora de viajes que con la ayuda de la tecnología me permite contarles mi recorrido mientras estoy todavía viajando.
Antes de seguir les presento a mis compañeros de viaje: Dardo, mi padre; Laura, la novia y Augusto, su hijo de 13 años. Los otros turistas que nos acompañan en el recorrido son una pareja de Vicente López con una hija y un hijo que rondan los veintipico. También viajan en las excursiones con nosotros una pareja joven compuesta por un colombiano y una francesa que hace tres meses están recorriendo Latinoamérica.
Retomando el recorrido, después de dejar el equipaje en el hotel (excelente), fuimos a la primera excursión programada: la casa del Obispo Colombres que fue el lugar del primer ingenio de azúcar de Tucumán. Allí se observa el proceso de transportación de la caña de azúcar para obtener sus derivados. La industria azucarera fue el motor de la economía tucumana que modeló el paisaje, el trazado de caminos y ferrocarriles. Y en torno a los ingenios, fueron surgiendo los poblados. Pero en los 60 una tercera parte de ese complejo productivo y social fue destruido: la dictadura del Gral. Onganía ordenó el cierre de 11 de los 27 ingenios de la provincia, con la consecuente emigración obligatoria de aproximadamente 20.000 tucumanos.

Después nos llevaron a conocer el Cerro San Javier a 1.200 mts de altura. En el camino pasamos por la zona residencial de Tucumán, llamada Yerba Buena. Luego de varios kilómetros en subida de senderos sinuosos (consecuencia de Selis=mareos) y vegetación variada (tipas, laureles, jacarandas) llegamos a la cima. Allí hay un mirador donde se ve toda la ciudad de San Miguel de Tucumán pero lamentablemente había muchas nubes que nos impidieron tener una buena visión. También en el punto más alto del cerro está el Cristo Redentor.

A la tardecita fuimos al Parque 9 de Julio que es el más grande de la ciudad. Recorrerlo me hizo acordar a un mes atrás cuando en ese paisaje verde nos tiramos a descansar mientras esperábamos la hora del partido de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Ahora con más tiempo pude visitarlo mejor, y darme cuenta que era inmenso y pintoresco.

Llegada la noche hicimos el City Tour clásico que consta de la Plaza Independencia y de todos los edificios que están a su alrededor: la Catedral, la Casita de Tucumán, la Casa de Gobierno, el Jockey Club y la Iglesia Franciscana, entre otros. A cada paso revivía los momentos previos al partido del lobo. El almuerzo en la Pizzada, el helado tucumano, la visita a la Casita y la firma que estampamos en el libro. Sentí que estaban a mi lado mis compañeros de viaje, en especial Floppy y mi nuevo amigo tripero.

A la hora de la cena, decidimos probar las comidas típicas de Tucumán. Paramos en un bolichito sencillo, decorado con cañas de azúcar y cardones que se llamaba El Portal. Entre los cuatro pedimos las comidas típicas para compartir. Las empanadas tucumanas son mejor conocidas como piernas abiertas ya que su relleno tiene mucha salsa que chorrea. Son muy sabrosas por la gran cantidad de condimentos que tienen: pimienta blanca, comino, pimentón y ají molido. Los tamales y la humita son parecidos ya que ambos están envueltos en hojas de chalas. Mientras que los primeros están hechos a base de harina de maíz y el relleno de las empanadas de carne, la humita consiste en una pasta de masa a base de maíz, choclos criollos amarillos, zapallo, queso mantecoso, cebolla y condimentos. El locro es otra de las comidas típicas del norte, ideal para el invierno.

Como postre, había variados dulces regionales entre los que decidí probar el cayote con nuez aún sabiendo que no me iba a gustar, y efectivamente no me equivoqué. Pero estas son las pequeñas cosas que me gustan de los viajes, aprender de otras culturas, comidas y lugares a las que no estamos acostumbrados. Con tan pocas horas de sueño y con una excursión programada para el día siguiente a las 7 de la mañana, finalizada la cena provechosa nos fuimos al hotel a descansar.
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